Seguro muchos de ustedes, lectores, ya vieron la colección de Christian Dior y, para estas alturas, ya se habrán formado una opinión. Yo si y, dependiendo de su gusto y sus conocimientos, podrán o no estar de acuerdo conmigo.
Para empezar debo mencionar que el primer atuendo que ví fue el que usé para la imagen principal de esta entrada, y me emocioné. Inmediatamente pensé, tal vez erroneamente, que la colección sería algo un poco más arriesgado, más emocionante, más Galliano. Digan lo que quieran, que si este Galliano vende más, que si este Galliano ya encontró otro estilo aseñorado, que si este Galliano es forzado a hacer algo, etc., si Galliano conquistó al mundo de la moda fue por algo, y ese algo no es precisamente lo que ha hecho últimamente. Y por "últimamente" hablo de años.
Regresando al punto, ví esa imagen y me emocioné pensando que Galliano haría algo de lo que hacía antes y que nos conquistó. Me encantó la idea tan literal del ramo de rosas, me encantó el color, la forma, la silueta, el cabello, el maquillaje y los zapatos.
Algo que me encantó, y que ya mencioné, es la paleta de colores. Una paleta llena de colores vivos, llenos de vida, emocionantes. Y el concepto detrás de la colección es fabuloso, además de que está interpretado de una manera muy literal pero sin verse obvio o estúpido. Si John Galliano sabe hacer algo es interpretar conceptos y transformarlos en colecciones de ropa, y aquí queda claro. Esta colección está lejos de ser su mejor trabajo, muy lejos, pero tiene elementos que la hacen interesante y hasta me podría atrever a decir que emocionante. Lo que si no me voy a atrever a decir es que en esta colección pueda verse un dejo del Galliano que nos encanta SÓLO por la paleta de colores o uno que otro detalle, todavía no pierdo la cabeza.
Por supuesto, las clientas de Christian Dior estarán fascinadas por esta colección, y a fin de cuentas son ellas las que importan; no la prensa, ni los críticos, ni siquiera los que podamos ser clientes ocasionales, porque, finalmente, la Alta Costura se vende entre círculos muy pequeños de personas; un tanto por la supuesta exclusividad de ésta y otro tanto por el precio que hay pagar para poseer UNA prenda. Pero, ¿dónde queda el "alma" del artista cuando se dedica sólo a complacer sin proponer algo diferente?
Claro está que las tendencias existen para seguirlas y no tener un revoltijo de propuestas, pero al ser CREADORES, los diseñadores debemos de proponerlas también. Y, como mencioné antes, las clientas gustarán de esta colección, pero ¿qué pasará cuando se aburran? Y estoy seguro que no soy el único no-cliente que ya se aburrió de John Galliano. Somos muchos, y pronto, esta aburrición llegará a las y los clientes de Christian Dior. ¿Y entonces?
Aquí en México existe la muy corriente tradición de "presentar en sociedad" a las niñas cuando cumplen 15 años. Anteriormente, hace varios años, ésta era una ceremonia que se hacía para, literalmente, presentar a las señoritas ante la sociedad y así demostrar que estaba en edad de "merecer", que ya podía casarse, y dicha fiesta era el escaparate de la niña ante los hombres de la sociedad. En este siglo, las fiestas de quince años son sólo un capricho de las jovencitas, y mientras más baja es la clase de dicha joven, más folclórico se vuelve todo el asunto.
¿A qué viene todo esto y porqué siento que estoy divagando? Pues las quinceañeras folclóricas (para no llamarlas de otra manera) tienen una terrible gusto, claro, el cual se refleja, principalmente, en los vestidos que usan para sus divertidas fiestas. Son vestidos enormes, con gigantescas crinolinas, de colores totalmente inesperados, creaciones irrisorias para cualquier persona con tres gramos de buen gusto. Y, como las personas que crean los vestidos tienen que inventar miles de diseños, para simplificarse el trabajo lo que hacen es contar con ciertos "moldes" de vestidos y solo modifican telas, largos, aplicaciones, colores, estampados, terminados, etc.
¿Y luego? Pues que eso fue exactamente lo que hizo John Galliano para terminar su colección. Vestidos de quinceañera en toda la extensión de la expresión. Desde el tamaño, el color, el poco gusto y el hecho de que el diseño estuvo en un sólo vestido y los demás son baratas variaciones. Y pocas son las personas que veo embutidas en uno de estos vestidos, osea que ni siquiera son vestidos que se vendan, o no desde mi punto de vista. Tal vez podrían comprarlo las quinceañeras de las que platico, pero creo que no tengo que explicar porqué no lo harán...