A mucha gente le aburre Elie Saab. Yo lo admiro totalmente. Nadie hace vestidos como él, nadie. Si, así de mucho me encanta, por lo que, si de plano lo odian, mejor ni me sigan leyendo.
Es verdad que Elie Saab se recicla constantemente. Incluso en una misma colección, si diseccionamos los vestidos, encontraremos que, probablemente, varios tengan una base exactamente igual. Pero algo que me encanta de Saab es su habilidad de, aun cuando recicle su trabajo, obtener siempre un resultado increíble.
Por supuesto que esta colección no iba a ser la excepción, tanto en lo repetitivo como en lo fabuloso. Me impresiona la atención que hay a los detalles. Observar un vestido de Elie Saab requiere tomarse el tiempo para observar todo lo que lo conforma, en especial los bordados, porque probablemente la construcción de las prendas no sea complicada, pero todo lo demás lo es.
Esta temporada la paleta de colores fue muy variada pero se mantuvo dentro de los tonos pasteles, tan típicos de Saab, aunque no olvidemos que ha experimentado con diferentes colores y estampados completamente distintos. Pero el caso en cuestión es la colección de esta temporada. Podría parecer que hay demasiados colores y que no hay relación alguna entre ellos, y no se realmente cuál sea o en dónde se encuentre el punto que relacione todos los colores pero, por alguna razón, al menos para mi, al ver la colección completa, pareciera que no hay nada fuera de lugar en tantos colores.
A excepción de unas cuantas temporadas, las siluetas que se manejan en Elie Saab siempre han sido sueltas, totalmente favorecedoras pero las formas excesivamente estructuradas nunca han sido un punto fuerte, y es que a pesar de lo intrincado de sus bordados, y de que probablemente los vestidos pesen una tonelada, se ven fluídos, etéreos, celestiales, y ahí le paro antes de seguir con adjetivos ridículos.
Tal vez las colecciones de Saab no tengan tanto bagaje detrás, o al menos no como una colección de Alexander McQueen o John Galliano, pero siempre logran conquistar al público y, hasta ahora, seguir vigente, dentro de todo lo repetitivo que pueda ser. O si no, digame usted estimado lector, ¿a poco no le gustaría usar un Elie Saab aunque sea una vez en su vida? Porque yo veo una colección de Elie Saab y me da rabia no ser mujer para poder usar uno.
En mi próxima entrada hablaré de Stéphane Rolland, otro de los grandes maestros de la Alta Costura contemporánea.
Sebastián Gaspar